La necesidad ha llevado a los investigadores a revisar los paradigmas establecidos. Y uno que hasta la fecha no se había tocado era la llamada relación de Redfield, que desde los años treinta del siglo pasado había fijado la proporción de carbono, nitrógeno y fósforo del plancton. Pues resulta que esa regla estaba infravalorada, según publican investigadores de la Universidad de California en Irvine en Nature Geoscience.
Para llegar a estas conclusiones los investigadores han tomado medidas a diferentes profundidades en varias localizaciones (Bermudas, Hawai, pero también en el mar de Bering o las costas frente a Dinamarca), además de utilizar datos recogidos por otros observadores.
Elegir lugares tropicales y otros muy fríos ha sido determinante para las conclusiones del trabajo. Redfield, con las mediciones de la época, había determinado una proporción fija entre la cantidad de carbono, nitrógeno y fósforo que debía contener el plancton estuviera donde estuviera. Pero ha resultado que no. Las proporciones de los tres elementos clave para la vida (no en vano nitrógeno y fósforo son componentes de fertilizantes también en tierra firme) varían en función de la latitud, y es en las zonas más cerca del Ecuador (más cálidas) donde proporcionalmente hay más carbono.
El resultado es que el mar —o, mejor dicho, esa sopa de animales y algas microscópicas que forman el plancton— puede absorber, según estos nuevos estudios, hasta el doble de CO2 del que se creía. Cuando muchos esfuerzos se dirigen a buscar sumideros y sitios donde almacenar los gases emitidos por las fábricas para limitar el efecto invernadero, este revolcón a una teoría de 80 años abre una nueva posibilidad.
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