miércoles, 10 de abril de 2013

Hasta 800 sustancias químicas sin control amenazan a nuestras hormonas

Un informe de Naciones Unidas alerta sobre los impactos en la salud de los disruptores endocrinos, unos productos químicos empleados masivamente por la industria y cuyos efectos reales apenas han sido investigados

Hace un año, científicos chinos alertaron de que el rastro de los teléfonos iPhone, las tabletas iPad y las consolas Xbox 360, Wii y PlayStation 3 había aparecido en la leche materna de las mujeres de Shenzhen. Allí se encuentran las gigantescas instalaciones de la empresa china Foxconn, en las que más de 200.000 trabajadores producen piezas para aparatos de Apple, Nintendo y Sony, entre otros. Los investigadores, de las universidades de Pekín y Lanzhou, hallaron en los pechos de las madres locales niveles “relativamente altos” de PBDE, compuestos empleados en las carcasas de plástico de aparatos electrónicos para que no ardan. La exposición de los niños a estas sustancias se ha relacionado con la falta de descenso de los testículos a la bolsa escrotal cuando son adultos, entre otros problemas reproductivos y del sistema nervioso.
 
Los PBDE no están solos. Forman parte de un enorme grupo de sustancias químicas, conocidas como disruptores endocrinos, relacionadas con cánceres de mama, de próstata y de tiroides, y también con problemas en el desarrollo infantil, como la hiperactividad, el déficit de atención y algunos trastornos neurológicos.
Son componentes de pesticidas, cosméticos, plásticos, pinturas, detergentes industriales, anticonceptivos hormonales y un sinfín de sustancias químicas liberadas sin control al medio ambiente y capaces de alterar la salud de los seres humanos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) han publicado el informe más completo hasta la fecha sobre estos disruptores endocrinos.
 
El informe, muy alarmante, señala que unas 800 sustancias químicas son capaces, o al menos sospechosas, de perturbar el sistema endocrino, el conjunto de órganos de nuestro cuerpo que producen hormonas, como ovarios, testículos, tiroides y páncreas.

Según subraya el informe, “la gran mayoría de los productos químicos de uso comercial en la actualidad no se ha probado en absoluto”. Hay cientos de miles de sustancias químicas sintéticas en uso, y muchas de ellas ni siquiera son identificadas por los fabricantes en sus etiquetas, así que los expertos de la OMS y el PNUMA advierten de que sólo se ve “la punta del iceberg”.

El documento relaciona la creciente presencia de enfermedades endocrinas en el mundo con la masiva liberación de estas sustancias químicas al medio ambiente. Los autores señalan, por ejemplo, que en algunos países más del 40% de los hombres jóvenes tiene semen de baja calidad, lo que reduce su capacidad para tener hijos. El número de niños prematuros y con bajo peso al nacer también ha aumentado en muchos países. Y la incidencia de malformaciones genitales, como testículos que no descienden hasta la bolsa escrotal, también ha crecido. Asimismo, se ha detectado un desarrollo más temprano de los pechos en las chicas de todos los países estudiados, lo cual es un factor de riesgo para el cáncer de mama.

La exposición a disruptores endocrinos es más peligrosa durante el embarazo


Detrás de esta epidemia de trastornos endocrinos se encontraría la exposición a estos productos químicos, como demuestran pruebas en laboratorio, pero también otro cóctel de factores, como la alimentación, las enfermedades víricas y la edad de las madres.

Los autores del documento piden medidas para reducir la exposición a estos contaminantes y recuerdan las prohibiciones y restricciones de otras sustancias químicas, como el plomo, el insecticida clorpirifós, el pesticida tributyltin y los PCB, aislantes de equipos eléctricos que afectan al desarrollo intelectual de los niños. Estas restricciones disminuyeron la aparición de los problemas asociados a estos productos químicos tanto en la salud de las personas como en el medio ambiente. La UE también ha actuado contra algunos disruptores endocrinos, como el bisfenol A, que se utilizaba en el plástico policarbonato de los biberones hasta 2011.

 

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